El espíritu del CAMINO
- belingastro
- 1 may 2016
- 9 Min. de lectura
El viaje lleva a las gastronomía y ésta propicia combustible al viajero, aún más cuando es peregrino a lo largo de uno de los cauces intelectuales, culturales y geográficos de la humanidad por excelencia: el Camino de Santiago. 10 años se cumplen hoy desde que empezamos a hollar senderos desde Roncesvalles a Compostela el grupo de amigos: Martínez, Juantxo y un servidor.
Un argumento, en un principio de reto montañero, que se fue transformando en nuestras convicciones como maleable eran las situaciones que se nos pesentaban ante la evidencia de una media de 40 kms diarios. Un abrazo a mis dos compañeros de aquella ocasión inolvidable y espléndida y a continuación, en la sección de este blog LA LECTURA DEL DOMINGO, se narra aquel camino tal como apareción publicado en el periódico EL DÍA en agosto de 2006. Sirva también de homenaje a los compañeros que se sumaron a otros Caminos, como José Carlos y Filiberto, y a tantos buenos amigos que fuimos conociendo en todos aquellos rincones.
Que lo disfruten.
La iniciativa de recorrer más de 800 kilómetros en una veintena de días se torna un peso mental, exigente y aterrador, en las vísperas de tomar el avión rumbo a Pamplona. Pero el proyecto de tres compañeros de esta Casa nace cuatro años antes, a partir de la afición común a las pateadas por los montes tinerfeños.
Una vez cerrada la decisión de aceptar el reto, la preparación física, la organización del material necesario y del estudio de estrategias para afrontar el Camino de Santiago (concretamente el denominado Camino Francés, Roncesvalles-Compostela) abarcó antes casi doce meses hasta que los tres peregrinos depositaron sus mochilas entre las incontables literas del albergue que marcaba el punto de partida.
Un entresijo de emociones y vivencias beneficiosas que durante siglos han experimentado tantos y tantos caminantes, difícil de hallar en otras aventuras similares.
Etapa 1: Roncesvalles-Trinidad de Arre.- Si en origen la ocurrencia se encaminaba a "coronar" el Camino (descrito por el monje Aymeric Picaud en el siglo XII) en una media de 35 kilómetros diarios -que a la postre se superó hasta los 42-, los tres compañeros, Paco Martínez, Juan Carlos García y Francisco Belín (que escriben esta crónica), comprobaron paulatinamente que "es el propio Camino el que hace al peregrino y no viceversa".
Experiencias de relaciones humanas espontáneas (un gran número de extranjeros), de introspección personal, puentes medievales, encuadres paisajísticos y arquitectura religiosa, todo remezclado con las vicisitudes físicas, falta de privacidad y escasas comodidades de los alojamientos, conforman una sensación de euforia cambiante en todas sus gradientes psicológicas.
¡Hora cero! Seis de la mañana; un centenar de peregrinos se levantan y salen en estampida. Los tres tinerfeños se lo toman con más calma para las fotografías y vídeo de rigor. El objetivo es Larrasoaña y pronto se comienza a experimentar la pérdida de toxinas físicas y psíquicas (también la cruz que supone cualquier gramo de más en la mochila).
La tierra navarra es apacible y se hace muy patente en Espinal. Los inicios siempre son felices y a las primeras de cambio se aprende la consigna de lugareños y propios peregrinos para dar ánimo: ¡Buen camino! Tras 43 kilómetros y con el imprevisto de un desvío provisional, segunda noche en la antesala de la capital navarra, Pamplona. Esto no ha hecho sino empezar.
Etapa 2: Trinidad Arre-Puente la Reina.- Ya más centrados y metidos de lleno en la empresa, la percepción sobre la hazaña física irá tambaleándose en detrimento de la convicción de que esta andadura es más que una meta, y que las tierras que han hollado millones de peregrinos desde el Medievo "es esa meta en sí". Tras el paso agradable por Iruña (Pamplona), tomando por Cizur Menor, previo al agotador Alto del Perdón (con una bajada criminal), los tres canarios marcaron desde aquí hasta el final una alta exigencia de kilómetros diarios, que pasaría factura en descalabros físicos.
La fuentes diseminadas de agua cristalina y fresca eran salvadoras e impagables las muestras de cariño y apoyo de los vecinos de pueblos pequeños; vivificante cada menú del peregrino. Desde las 6-7 de la mañana, cubrían unos 30 kilómetros hasta las tres de la tarde, con las visitas de rigor a los lugares emblemáticos del Camino. Después de la indispensable hidratación (cayó mucha cerveza con limón), se recomenzaba el Camino para cerrar la docena restante con una frase que se hizo talismán hasta el final: ¡¡Total, no tenemos nada mejor que hacer!!
Etapa 3: P. la Reina-Monjardín.- Paco había adquirido el bordón (el clásico bastón de madera del peregrino) y Juan Carlos seguía perseverante captando imágenes magníficas y un vídeo recopilatorio. El apoyo desde la Redacción, encabezado por Julio Pestano -que mantenía fielmente informado a los compañeros del itinerario e incidencias-, y el de la madre de Fran -a diario enviaba dos SMS con frases de ánimo y un chiste- eran bálsamo a caminatas férreas, aún en tierras navarras; mucho tiempo para charlar, pensar, escudriñar en el alma de cada uno y para, incluso, hacer aflorar toda la discografía de Roberto Carlos y cantos de la tierra. Importante desgaste para llegar a Villamayor de Monjardín, lugar pintoresco, aunque más aún el hospitalero de uno de los albergues peor equipados de todo el Camino.
Etapa 4: Monjardín-Logroño.- Tremenda paliza para piernas y ánimo. Ya planeaban ampollas y dolores articulares, y cuando los tres pisaron las afueras de la capital de La Rioja, en un puestito donde se sellan las credenciales ("Bebidas, frutos secos y amor"), doña María -que sigue la tradición de su madre- vaticinó un fracaso si seguían a ritmo tan trepidante. En Logroño, el albergue, completo y allí acaeció una de las anécdotas más simpáticas de la Ruta de las Estrellas. El "cajero" para gastos empezó a funcionar para botica. Ampollas, dermatitis, gemelos trinchados hacían mella y había que solventarlo.
Etapa 5: Logroño-Nájera.- Muy lejos se oteaba Santiago desde aquí y los tres viajeros caían en la cuenta de las estrategias de algunos peregrinos para llegar cuanto antes a los albergues. Los tinerfeños llegaban a veces extenuados al final de la jornada; alguna vez se tradujo en suerte a la hora de que el hospitalero (valorando la manada de kilómetros) los alojase en los lugares más insospechados, pero que aportaban algo más de intimidad.
Etapa 6: Nájera-Castildelgado.- Las mochilas, al comienzo impecables con su distintivo de la vieira, ya expresaban el "uso" y kilometraje, más aún con la ropa interior y calcetines secándose de la "colada" del día anterior. Los canarios entraban en tierra de Castilla-León (provincia de Burgos) y allí esperaban avalanchas de kilómetros y alternativas con el tiempo: frío de congelar las orejas, al amanecer, y sol de quebrar el pedernal, al mediodía. De hecho, en la guía se advertía sobre una venidera etapa considerada como "la nada", descrita así la aridez del paisaje circundante.
Etapa 7: Castil-S.J. de Ortega.- Paco inventó a partir de aquí el síndrome "Belorado" (caminar a paso inverosímil durante doce kilómetros) y Fran se duchó en un albergue de condiciones... que hasta un polaco, de Varsovia, insinuó: "Yo no me meto ahí. El agua está más fría que en mi país". A todas estas, Juan Carlos toreaba con humor una tendinitis galopante en una de sus piernas, que le obligaba a ceñirse aparatosos vendajes. Hizo gala de paciencia. "Padre Juan", había sido "bautizado" por sus compañeros.
Etapa 8: S.J. Ortega-Rabé.- La maltrecha pierna ya citada encontró consuelo, tras atravesar la capital burgalesa, con una cataplasma de arcilla aplicada por la hospitalera de Rabé de las Calzadas, que ofreció una cena con lentejas de ensueño.
Etapa 9: Rabé-Ítero.- Casi el ecuador. Caminatas largas, chistes, análisis sesudos, silencio espectacular... Curiosa combinación entre sucesivo entrenamiento del organismo, obligado a responder a tal machacamiento, y las paladas de cansancio acumulado. Por estas tierras recias ya se esbozaba la pregunta que se repitió y mucho: "¿Quién tuvo esta ocurrencia?". Uno de los mejores albergues, el de Ítero de la Vega, donde el equipo conoció a "Kaza", checa de Praga, que marchaba en solitario.
Etapa 10: Ítero-Carrión.- "No hay dolor". Por esta cota cada uno se plantea que hay que llegar como sea. Se sortea el Canal de Castilla. Los ronquidos (los canarios incluidos) ya eran más que de la familia y se temía que subir o bajar de alguna litera pudiera causar esas temidas lesiones que no había provocado el propio Camino.
Etapa 11: Carrión-Sahagún.- La cerveza con limón, ¡a litros! La "nada de la nada" (entre El Burgo Ranero y Reliegos) aniquiló al trío con un caminatón en el que ni se adivinaba el horizonte. Más kilómetros hacia atrás y una finlandesa ya veterana exclamó que "no estaban demasiado cuerdos".
Etapa 12: Sahagún-Mansilla.- En la farmacia de Mansilla de las Mulas (pueblo precioso), el trío se pesó: cada uno había adelgazado... 300 gramos. Todas las sospechas... hacia la pesa.
Etapa 13: Mansilla-Villadangos.- Parecía que no se llegaba nunca. Casi al final, cada kilómetro parecía tener más de 1.000 m. León es espectacular. La cena, en el restaurante regentado por Belén Dorta, una tinerfeña genial, junto con su marido leonés, con queimada incluida. Alboroto de los grajos con el amanecer y multitud de cigüeñas con crías.
Etapa 14: Villadangos-Santa Catalina.- Parajes peculiares de León. En cuanto al desgaste, la cercanía del objetivo aminora el agotamiento, ya asumido.
Etapa 15 Sta. Catalina-Ponferrada- . Por aquí, la hartada de kilómetros es ya muy considerable. De hecho, desde Ponferrada a Santiago quedan 200. El hospitalero del albergue regala una frase para la posteridad: "A estas alturas, de algo debe haber servido ya el Camino". La Cruz de Ferro fue prueba tajante para calibrar la resistencia.
Etapa 16: Ponf.-Ambasmestas.- En el final de esta etapa, tras dejar atrás Villafranca del Bierzo, el trío llega a un caserío idílico. Informan de que la subida hacia el alto de Cebreiro (ya en Galicia) es "mortal" y causa algún que otro infarto. Dura, sí, pero Anaga también curte.
Etapa 17: Ambas.-Triacastela.- En Cebreiro se notaron los efectos recuperadores del pulpo gallego y el ribeiro, desayuno tras superar el alto con excelente estrategia en la pateada. Triacastela, lugar mágico, en la llegada. Albergue magnífico para maquillar el agotamiento, menú generoso y la visión de caballos galopando. Hasta se pudo ver la final del Barça.
Etapa 18: Triacastela-Barbadelo.- Paco reponía fuerzas con el que fue inseparable caldo gallego, y el orujo, medicinal para cualquier peregrino que se precie, aportaba los "octanos" precisos para proseguir. El propio Martínez advertía: "Cuando empezamos, nos preguntábamos por qué cada sitio estaba tan lejos, y ahora que nos falta poco, ¡por qué tan cerca!". Evidentemente, ninguno deseaba que se acabara la experiencia.
Etapa 19: Barbadelo-Airexe.- Galicia regaló verde y lluvia. Las capas achicaron agua a mansalva. Algunas "corredoiras" recordaban los senderos de Las Mercedes.
Etapa 20: Airexe-Ribadiso.- Lluvia, más lluvia y ventarrón. Y el pulpo con ribeiro, papas con pimentón y licor-café en casa Ezequiel, en Melide (A Coruña), divino.
Etapa 21: Santiago.- Desde el amanecer, aguacero torrencial sobre los sufridos caminantes, y un "orballo" que acompañó a los tres hasta Santiago. Desde el Monte del Gozo se divisa la silueta de la catedral. El trío camina con avidez por las calles santiagueras. Llueve y llueve. Al desembocar en la plaza del Obradoiro, escampa. Tímidos rayos de sol. ¡Ya está! Alguna mejilla sigue mojada, pero ahora de emoción. Abrazos y sensación indescriptible, más la foto con la camisa alegórica diseñada por Pestano. Sellado de la "Compostela", misa solemne y banquete. Imborrable.
Un sabroso anecdotario. El Camino siempre estuvo jalonado por vivencias gratas, interesantes y asombrosas, y un encuentro con personas de calado humano superior. En Logroño, abatidos al no encontrar plaza en el albergue, los tres tinerfeños (decir que procedían de Canarias suponía un pasaporte de simpatía añadida), se encontraron fortuitamente con Eugenio "el Bomba".
No sólo facilitó el alojamiento, sino lo que en principio fue una invitación a un picoteo y un clarete en la más antigua sociedad gastronómica, La Becada, se convirtió en una cena en toda regla. Grata acogida en Pradoluengo de la familia del amigo "Kubala".
El pulpo de casa Ezequiel, en Melide, tras llegar enchumbados, fue un instante cumbre de la singladura. Encuentro entre Ponferrada y Villafranca del Bierzo con cuatro tinerfeños y toda una serie de experiencias personales con peregrinos y lugareños que convirtieron la experiencia en inolvidable.
Viandas asturianas en otro periplo. Regia gastronomía enraizada a los largo de los distintos tramos del Camino Primitivo (Oviedo-Santiago) que acometimos en otra ocasión Martínez y quien escribe estas líneas. Tanto es así que los peregrinos, en el Año Xacobeo, alcanzan el llamado Jubileo, pero a fe que también se ganan el "Júbilo" cuando prueban los platos de las regiones por donde se adentra la arteria cultural y religiosa.
Coronamos aquella vez un itinerario exigente, desde luego (340 kilómetros que equivalen a 500, a mí me pareció). Pasando por Lugo, de primera mano les describiré algunas perlas culinarias para el que desee ganarse el "Júbilo", perdón, el Jubileo.
Mención especial para el pote asturiano, con berzas, papas y toda una suerte de embutidos que hacen de esta receta tradicional asturiana un plato contundente. Lo tomamos en Oviedo, junto con el pescado del Norte. De postre, carbayones, unos dulces a base de almendra y azúcar cristalizada. Antes de comenzar la aventura, cayeron unas sidrinas con los pinchos de algunos locales típicos.
Una vez emprendida la marcha, dimos cuenta consecutivamente de especialidades de aquella comunidad, entre ellas el chosco (en la fotografía), suerte de embutido muy particular, que Ángel, regente de un restaurante, remarcó que va a lucir su denominación de origen, la de Tineo, el pueblo donde se elaboró para sustentar a la gente del campo. Se trata de un producto muy delicado y agradable respecto a otros embutidos de características más contundentes y picantonas.
Tuvimos la oportunidad de probar el cachopo (una especie de san jacobo) y la carne siempre excepcional de la zona. Gracias al padre del compañero, nos recibieron en Pola de Allande con más embutido de confección casera y una empanada aldeana de factura irrepetible. Buen vino, por cierto.
En la Nueva Allandesa resaltaron el paté de morcilla y el repollo relleno de ternera, y en Berducedo, en un restaurante bien puesto, La culpa fue de María, tuvimos estupenda cecina de León. Ya en Galicia, fenomenal el pastel de Fonsagrada y el pulpo en Casa Ezequiel, en Melide.
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