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Miguel TORRES y el NEXO canario

  • belingastro
  • 11 mar 2017
  • 6 Min. de lectura

“De recuerdos sobre Canarias tengo muchos y muy buenos, sobre todo porque mi mujer, que es periodista, escribió las guías Lonely Planet para Canarias, una de los manuales de viaje más importantes del mundo”. Miguel Torres Maczassek, director general de Bodegas Torres, lleva los destinos de una firma con especial presencia en el Archipiélago -50 años- representando a un grupo familiar ejemplar que brilla en el panorama internacional del vino. Nos adentramos en convicciones, emociones y sensibilidades.

“Durante mucho tiempo acompañé a mi mujer y descubrimos mejor cada una de las islas. Fue una experiencia fantástica que nunca olvidaremos”, recuerda Miguel Torres Maczassek como preámbulo a la conversación en la que toca distintos aspectos tanto de la presencia y fuerza de la firma en Canarias como en los generales.

-Obligado saber sus sensaciones acerca del concepto Rubicón (Lanzarote), en el que Bodegas Torres se ha implicado con una gran apuesta de distribución.

-Rubicón es una bodega familiar que elabora vinos blancos excelentes de malvasía volcánica. Es un proyecto que está funcionando muy bien y que nos gusta especialmente por ser un buen ejemplo de la viticultura canaria. Es una viticultura muy interesante, ya que en ella encontramos muchas variedades antiguas que afortunadamente no se vieron afectadas por la devastación de la filoxera a finales del siglo XIX. En muchos casos, es una viticultura heróica que debe preservarse. Tener un vino como Rubicón también nos permite apoyar la economía de Lanzarote, pues, en cierto modo, estamos contribuyendo a difundir y dar a conocer su sector vitivinícola más allá de la isla.

-La firma de referencia en el mundo vitivinícola, del que usted es alto representante, ha estado presente en innumerables acciones en Canarias y en la restauración del Archipiélago. ¿Qué visión actual tiene sobre el sector culinario y del vino en Canarias?

-Sí, hemos participado en muchos proyectos. Yo diría que, desde que llegamos a Canarias hace más de 50 años, nuestra relación ha ido siempre más allá de lo estrictamente comercial. Canarias nos ha ayudado mucho y por eso siempre hemos procurado ayudar también. Replantamos 100 hectáreas de pino canario en Tenerife después de los incendios; colaboramos en la recuperación de la cepa autóctona Forastera en La Gomera; apoyamos a la restauración con la celebración del Foro Canario de Gastronomía y Vino en 2014 para poner en valor la cocina canaria y darla a conocer… Yo creo que ahora el sector culinario en Canarias está pasando por un gran momento (¡hay cinco restaurantes con estrella Michelín!). La restauración en general se está adaptando y evolucionando muy bien para satisfacer a un consumidor cada vez más exigente. El sector del vino también muestra una dinámica muy positiva.

-Bodegas Torres ha sido modélica en proyectos de puesta en marcha y expansión tanto en España como en Chile y China. ¿Cuál es el momento actual de estos frentes?

-Llegamos a China a finales de los noventa y nos llevó varios años conseguir arrancar el negocio, pero cuando lo hicimos el crecimiento fue espectacular. Cuando llegamos casi no existía la cultura del vino, podríamos decir que la gente no lo conocía, salvo alguno francés. Con los años ha aparecido una nueva generación de consumidores, más abiertos a aprender y sin miedo a experimentar. Nos hemos convertido en la segunda importadora de vinos embotellados más importante del país, no solo de nuestras marcas sino de otras bodegas familiares de prestigio (¡más de 450 vinos de 14 países distintos!). Además tenemos como socio a Mouton Rothschild y estamos trabajando bien la restauración.

En cuanto a Chile, este es un país que podría considerarse un verdadero paraíso para la viticultura. Seguramente por ello, mi padre decidió que debíamos estar ahí, así que compró tierras e hizo construir una bodega en 1979. Estamos haciendo proyectos muy interesantes. Hemos puesto en valor la variedad más antigua de Chile, la ‘país’, con vinos como Estelado, que fue elegido el año pasado como el mejor vino espumoso de variedades no tradicionales en el certamen que organiza el crítico británico Tom Stevenson (The Champagne and Sparkling Wine World Championships). Hemos elaborado un pinot noir en terrazas de piedra pizarra, el primer vino chileno de estas características al que hemos llamado Escaleras de Empedrado y que supuso más de 20 años de trabajo. También hemos lanzamos La Causa, una gama de vinos elaborados con variedades antiguas como la país o la cinsault.

-Chile ha vivido los incendios forestales más graves de los últimos 50 años. ¿Cómo les ha afectado?

-Sentimos una profunda tristeza por las víctimas y las pérdidas que esta catástrofe ha causado en muchas familias. Muchos de los pequeños productores de uva país, concretamente de la zona de Cauquenes y Hualañé con los que trabajamos, han perdido sus viviendas y parte de sus viñedos. Nuestro equipo en Chile se desplazó a la zona para poder asistirlos en sus necesidades inmediatas y hemos destinado 200.000 euros en ayudas a través de la Fundación Miguel Torres. Las llamas también alcanzaron nuestro viñedo de Empedrado, en la región del Maule, y dañaron áreas de bosque alrededor de las terrazas y un sector de la plantación. Todos nuestros trabajadores y sus familias resultaron ilesos y nuestras instalaciones no se vieron afectadas.

-Le propongo un juego de relaciones de adjetivos con cada varietal de uva y vinos significativos de Torres (elegir por ejemplo una referencia Milmanda- y atribuir un adjetivo definitorio: Grans Muralles-).

Milmanda: el vino que hizo que Castro y Obama se dieran la mano

Grans Muralles: el mejor exponente de la viticultura ancestral

Mas la Plana: el ganador de las Olimpiadas del vino de París en 1979

Perpetual: la máxima expresión del terruño en estado puro

Reserva Real: elegancia sublime

-En I+D y medio ambiente ustedes llevan años como precursores y locomotora de ensayos, así como del enriquecimiento del paisaje que supone la vid para los territorios. ¿Me puede contar algunos de los nuevos frentes?

-Destinamos cada año entre 1 y 2 millones de euros en proyectos de I+D+i relacionados con viticultultura, enología, etc. Es un área que dirige mi hermana Mireia. Estamos trabajando actualmente en varias líneas de investigación: la recuperación de variedades ancestrales; la adaptación del viñedo al cambio climático; el aislamiento y caracterización de levaduras autóctonas; la mejora en los métodos de análisis y en el proceso de estabilización y conservación del vino, etc.

Algunas de estas investigaciones las hacemos en colaboración con universidades, bodegas, organismos públicos… También participamos en proyectos de ámbito europeo.

-Entre estos proyectos, se encuentra el de recuperación de variedades ancestrales. ¿En qué consiste concretamente?

-Hace más de treinta años, mi padre inició la recuperación de variedades ancestrales ya que estaba convencido de que la filoxera habría dejado, en algún lugar, alguna cepa superviviente. Para encontrarlas decidió poner anuncios en la prensa local dirigidos a viticultores y agricultores – algo que seguimos haciendo en la actualidad - animándolos a ponerse en contacto con el equipo de Torres si tenían o habían visto una cepa de una variedad que no sabían identificar. Y así empezó todo. Mi hermana Mireia (foto) y yo hemos querido continuar con este apasionante proyecto, que está a medio camino entre la viticultura y la arqueología y que puede contribuir, de algún modo, a recuperar el patrimonio vinícola de Cataluña.

Cuando recibimos una llamada sobre una variedad desconocida, nos desplazamos al lugar para estudiar la cepa, también mediante un análisis de ADN. Si no coincide con ninguna variedad conocida, iniciamos un largo proceso de saneamiento y reproducción in vitro, adaptación al campo y valoración de su potencial enológico mediante microvinificaciones. Si la variedad tiene potencial, iniciamos los trámites de registro pertinentes.

Es un proyecto que requiere mucha paciencia y años de trabajo, pero todos los esfuerzos se ven recompensados cuando conseguimos dar con una variedad que resulta ser una pequeña joya y que puede dar lugar a vinos realmente únicos. A día de hoy, hemos logrado recuperar cerca de 50 variedades desconocidas de las que solo seis tienen, en estos momentos, gran potencial enológico.

-En una faceta más personal, ¿Qué preferencias tiene en gastronomía y maridajes, y que anécdota recuerda en este sentido?

-La verdad es que disfruto con todas las comidas del mundo, ya que es la mejor forma de entender su cultura. La elección del vino no solo depende del plato, sino también del momento y de la compañía.

-¿Para cuándo tiene prevista una visita a Canarias?

-Espero que pronto. Cada año, algún miembro de la familia viaja a Canarias. Como le he dicho, tenemos una relación muy estrecha con el Archipiélago.

Medio ambiente, punta de lanza.​ -En el apartado medioambiental y de lucha contra el cambio climático, parece ser que algunas de las variedades recuperadas son muy resistentes a la sequía y altas temperaturas. ¿Hasta qué punto pueden ser una solución de cara al futuro?

Cuando iniciamos este proyecto hace 30 años, no pensábamos en el cambio climático, y ha sido una sorpresa encontrar variedades interesantes que resisten muy bien las altas temperaturas y la sequía. Es el caso especialmente de la moneu y gonfaus, dos variedades que tenemos plantadas en nuestra finca del Purgatori, en el corazón de Les Garrigues (Lleida), una zona extremadamente seca y calurosa en verano.

Esto las hace muy interesantes en el ya que, si las temperaturas continúan aumentando, llegará seguramente un día en que nos tendremos que plantear substituir algunas variedades por otras (en algunas zonas podríamos introducir monastrell en lugar de tempranillo, o tempranillo en lugar de pinot noir) o utilizar variedades o portainjertos más resistentes. Es curioso pensar que variedades del pasado pueden ayudarnos a adaptarnos al futuro.

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